PASTORAL
La misión de la reconciliación
Recordemos un momento significativo de la vida de San Ignacio, un santo para nuestros tiempos, que al iniciar su conversión deseoso de tener una nueva vida se encontró en un momento que sintió su vida en tinieblas, tal desánimo que por un momento le embargó y quiso abandonar la nueva etapa a la que Dios le estaba invitando y había empezado luego de su herida.
Un buen día decidió romper ese pasado que le llevaba a sentir tristeza. De pronto reconoció el intenso combate espiritual que, en su interior, libraban Dios y el Mal Espíritu y fue capaz de discernir finalmente que todo el mal que había podido causar en el pasado no le configuraba como persona que solo el amor interminable de Dios tenía la capacidad suficiente para ofrecerle un empezar de nuevo y un infinito comenzar de cero. Además descubrió que solo la misericordia de Dios es capaz de liberarnos de nosotros mismos y de nuestros peores fantasmas del pasado reconciliándonos de modo absoluto con aquello que hemos sido y somos llamados a ser, Ignacio descubrió que el perdón de Dios es inmerecido no lo conseguimos haciendo muchos méritos, él nos perdona porque es bueno y porque nos quiere.
Por lo que para poder vivir una reconciliación verdadera en nuestra institución debemos abrir los ojos, abrir el corazón y ver que no estamos solos, acoger al otro y en ese entorno de comunidad poner en práctica el discernimiento frente a nuestra historia personal que nos ayudará a ver el infinito amor de Dios en nuestras vidas y vivir una verdadera reconciliación con nosotros mismo, con los demás y con Dios. Para lograr hacerlo es importante vivir los momentos de Acogida al inicio del día y de Pausa al final del día, herramientas ignacianas útiles para lograr un buen discernimiento.
Nuestra misión en el mundo encuentra su punto de partida en reconocernos pecadores pero llamados, con infinitos límites, pero también con infinita ternura y paciencia de Dios que nos llama a una vida mejor.